lunes, 22 de diciembre de 2014

Vergüenza (Indianapolis Colts 7, Dallas Cowboys 42).


Dice la wikipedia que "la vergüenza (también llamada pena en algunos países centroamericanos y México, andinos y caribeños) es una sensación humana, de conocimiento consciente de deshonor, desgracia, o condenación". Es la única forma que se nos ocurre para ilustrar lo ocurrido ayer en el AT&T Stadium en Dallas.

Los Cowboys se impusieron dramáticamente por 42 a 7, dominaron en todos los aspectos del juego y humillaron a unos Colts que parecía que hubieran tirado la toalla. Los de Indianápolis tenían la oportunidad de demostrar de qué madera están hechos y lo hicieron con claridad: una de mala calidad. La defensa de los Boys trituró al ataque, y su ataque pasó por encima de la defensa de los Colts sin titubear.

Cuando los Eagles perdieron su partido de jueves-noche-pero-jugado-en-sábado contra unos Redskins resucitados, le dieron una motivación extra a los Cowboys. Los Romo, Bryant, Witten y Murray estuvieron concentrados y pareció que todo lo que hacían era muy fácil. La defensa tejana aguantó y no permitió que los Colts marcaran hasta entrado el último cuarto, cuando hacía tiempo que todo estaba perdido.

Hacer un análisis pormenorizado de lo sucedido ayer noche se hace muy cuesta arriba, y a uno casi le gustaría decir que falló todo y dar por finalizado el artículo. No estaría muy desencaminado, pero tampoco sería cortés. Así que intentaremos dilucidar un poco las causas y consecuencias del desastre deportivo que una derrota así supone para el equipo.

Vale, podemos decir que a los Colts poco o nada les importaba el resultado. Cuando las cosas se ponen difíciles, pero la victoria es un objetivo demasiado valioso para desperdiciarlo, se sacan energías de dónde ya no las hay, se juega al máximo nivel y se intenta ganar a toda costa. Cuando las cosas se ponen difíciles, pero se tiene asegurado el pase a postemporada y enero en la cabeza, es más fácil rendirse y dejar que le pasen a uno por encima y que esto acabe lo antes posible. Podemos consolarnos con la intrascendencia de un resultado adverso, pero decir que a los Colts no les importaba el resultado y por eso se dejaron avasallar sería pecar de ingenuo. Es cierto que llegó un momento en el que parecía que todo daba igual, pero eso no quita para que el equipo mostrara unas fisuras que son más que reales. No nos engañemos, se han cometido los mismos errores que se han venido cometiendo a lo largo del año. No se ha conseguido frenar a una ofensiva competente. No se ha sabido jugar por tierra. Se ha entregado el balón al rival. Se han cometido faltas estúpidas. Se han elegido mal las jugadas en momentos clave. La misma historia todo el año. No hay duda, escudarse en que se jugó en Dallas con el campeonato de la AFC Sur bajo el brazo es igual de lamentable que la forma en la que se perdió ayer.

Dicho esto, añadir también que esta derrota no supone el fin del mundo. Es un jarro de agua fría (otro más) que debería despertar a jugadores y miembros del cuerpo técnico si de verdad se quiere hacer algo en enero que no sea dar lástima. La semana que viene se juega el partido más intrascendente de toda la temporada, con la división asegurada y contra unos Titans que luchan por una primera elección en el draft. Sí, no pasa nada por haber perdido en Dallas, pero da mucha rabia que tiraran a la basura una buena oportunidad de demostrar que tienen calidad suficiente para imponer respeto en playoffs. Este año, es probable que uno de los mayores impostores en postemporada se plante con un récord de 11-5 y nada que ofrecer.

Los errores de ayer son muchos e imperdonables. El espíritu navideño se apropió de los Colts y, cual Santa Claus, petate al hombro, se dedicaron a dejarle regalos en los calcetines a los aficionados de los Cowboys. El desastre empezó cuando después de parar con 4 y 11 a los Boys, Jerrel Freeman tuvo la genial idea de felicitarle las fiestas al contrario y le pitaron un taunting clarísimo que le regaló un primer down a una ofensiva que no necesita muchos regalos para triunfar. En el siguiente drive de ataque de los Colts, Pep Hamilton decide jugar de carrera. Dan Herron pierde 5 yardas. En segunda y quince, Pep decide darle de nuevo el balón a Herron, que avanza una yarda. En tercera y catorce, Pep decide que Trent Richarson ha sido un niño bueno este año y le da el balón para que avance tres yardas. El playbook recibe la visita del fantasma de las navidades del pasado. Cuarto down. Se coloca el equipo de punt. Pat McAfee pierde la cabeza, coge el balón y lo lanza con precisión para que un tal Dewey McDonald (el mejor safety de su portal) lo deje caer. A nosotros se nos cayó la mandíbula al suelo. Desde 4th Quarter Comeback siempre hemos defendido la agresividad estratégica y nos encantan las jugadas de engaño, pero Pep, ¿en serio mandas lanzar un pase al punter después de haberte estampado tres veces por tierra?

A partir de ese momento el partido se rompió y los Colts no supieron retomar el ritmo. El juego de carrera fue un escándalo. 10 carreras para 1 yarda. Andrew Luck no estuvo mucho mejor. No sería justo restarle su parte de responsabilidad, no jugó bien, pero la culpa de la derrota no recae sólo sobre sus hombros ni mucho menos. Estuvieron todos fatal.

Ahora ya sólo queda esperar a que termine de una vez esta temporada y a ver si el equipo es capaz de resucitar en playoffs. Han demostrado que o no tienen interés, o no tienen el nivel necesario para hacerle sombra a unos Cowboys que este año están muy crecidos. Siempre es duro perder, pero cuando se tiene un potencial como el que se tiene y se deja uno arrollar de esta manera, resulta más doloroso todavía.

Este año los Colts nos han decepcionado. No están sabiendo aprovechar al quarterback que tienen. No saben ganar a equipos grandes. No saben ponerse el traje de trabajo y aprovechar todas las virtudes que tienen. No sabemos si es una falta de concentración, o de actitud, pero lo que está claro es que perder en las condiciones en las que se perdió anoche, es una auténtica vergüenza.




Fotografía: Tim Sharp

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